miércoles

LO GLOBAL Y LO SISTÉMICO


Rafael Pla López

Grupo de Teoría de Sistemas
Universitat de València, España.



La globalización se ha convertido en uno de los tópicos del cambio de milenio. Pero dicha expresión encubre distintos significados. Pretendemos en este texto reflexionar sobre la luz que pueda aportar la Teoría de Sistemas sobre las cuestiones involucradas.
Antes de entrar en materia, un comentario anecdótico: en ambientes contestatarios es usual hablar de "movimiento antisistémico" para referirse al movimiento contrario al actual sistema de poder político-económico. Y no siempre es fácil hacer entender que los "sistémicos" somos los que empleamos los enfoques propios de la Teoría de Sistemas, que no necesariamente somos partidarios de dicho sistema de poder.

Esta anécdota, en todo caso, nos debe hacer notar que el sistema de poder político-económico que subyace a la llamada globalización ha de ser, en todo caso, un objeto de estudio relevante de la Sistémica o Teoría de Sistemas. Ésta, en efecto, es especialmente pertinente para el estudio de objetos complejos, en los que la interacción de múltiples elementos hace impotente el reduccionismo de los métodos analíticos tradicionales. Y ello es especialmente predicable del conjunto de la humanidad como sistema global.

Señalemos que el enfoque sistémico es un tertium que se opone tanto al reduccionismo tradicional como al holismo. Es decir, que si por un lado considera que un sistema complejo no puede entenderse simplemente a partir del estudio de sus partes aisladas, tampoco es adecuada la pretensión de aprehender directamente una totalidad compleja despreciando las interacciones entre sus partes. Así, si la sistémica asume el aforismo de que "el todo es más que la suma de sus partes", insiste en que ese algo más radica no en una esencia misteriosa, sino en la estructura de sus interacciones.

¿Cómo se corresponden los enfoques reduccionista, holista y sistémico con los distintos tratamientos dados a la globalización de la humanidad?

Es fácil entender que el enfoque reduccionista la contemplaría como el simple juego de múltiples subsistemas decisorios. Es decir, no habría mecanismos globales para la toma de decisiones, las cuáles corresponderían únicamente a los subsistemas. La imagen de la globalización sería la de un gas cuyas moléculas se difundirían por todo el espacio: la consecución de la globalización se produciría simplemente por el derribo de tabiques (como el muro de Berlín) que delimitaran compartimientos internos.

Por el contrario, el enfoque holista contemplaría la globalización como el establecimiento de un único mecanismo centralizado de decisión para todo el planeta.

Lo singular del caso es que la corriente principal sobre la globalización tiende a combinar ambos enfoques: el reduccionista para la economía, el holista para la política.

De este modo, en el terreno económico niega la conveniencia de mantener regulaciones globales desde las instituciones de gobierno, reduciendo los mecanismos decisorios a los propios de cada empresa, y confiando la evolución global todo al juego espontáneo de las relaciones de mercado entre empresas y consumidores. Podemos denominar dicho enfoque como mercantilismo o neoliberalismo.

En cambio en el terreno político pretende implantar un "mando único", con capacidad de intervención policíaco-militar en cualquier país, ora bajo el mandato de la ONU (como en la guerra del Golfo Pérsico de 1991), ora bajo el mandato de un organismo como la OTAN que se autoarroga dicha función (como en la guerra contra Yugoslavia de 1999). Dicho enfoque sería una nueva forma de imperialismo.

Señalemos que el término "imperialismo" es, en este contexto, puramente descriptivo, y no tiene necesariamente una función denigratoria, aunque haya sido utilizado con ese propósito en las pasadas décadas. En siglos pasados, en cambio, el Imperio Romano o el Imperio Inglés han sido valorados como pasos adelante en el desarrollo civilizatorio de la humanidad.

Señalemos asimismo que un enfoque político-económico centralista, plenamente holista, que pretendiera la consecución de un Estado Mundial con un sistema de propiedad centralizado, puede considerarse una ucronía después de la derrota y desmembrabiento de la URSS y su sistema de alianzas. Por el contrario, un enfoque político-económico puramente reduccionista, que aunara el mercantilismo económico con el no-intervencionismo político-militar, podría ser intentado si la población de los EE.UU. (único Estado actualmente con capacidad imperialista) forzara dicha política para concentrar los recursos en su propio bienestar económico, en una situación de ausencia de amenazas exteriores (en relación con esto, puede consultarse mi texto "Social and Ecological consequences of Adaptive Pacifism and Unsubmission"). Otra cosa sería la viabilidad de dicho enfoque o, dicho de otra forma, su sostenibilidad.

Ahora bien, todos éstos enfoques (mercantilismo neoliberal, imperialismo, centralismo o no-intervencionismo) adolecen, desde un punto de visto epistemológico, de estar encerrados en el marco holismo-reduccionismo, cuyas dificultades para el tratamiento de sistemas complejos requiere precisamente de la introducción del enfoque sistémico.

Un enfoque sistémico de la globalización humana requerirá la articulación flexible de múltiples sistemas de decisión a distintos niveles, afectando a todos los aspectos de la vida humana, pero poniendo para cada problema el sistema de decisión en el ámbito o nivel adecuado a su naturaleza. Así, por ejemplo, parece claro que las cuestiones que afectan a la ecología global (efecto invernadero, uso de la atmósfera y de los océanos) deberían ser gestionadas a nivel planetario. En cambio, muchos microproblemas que afectan a la convivencia cotidiana deberían gestionarse a nivel municipal o incluso de barrio o cuadra. Teniendo siempre claro que los distintos ámbitos de de decisión no deben considerarse compartimientos estancos, sino que deben articularse para contemplar las interacciones entre las variables involucradas.

El modelo de gestión que de aquí se deriva, con una distribución de competencias entre múltiples niveles y la elección democrática de sus gestiores para cada uno de ellos, facilitando en cada caso la máxima coordinación y la máxima participación de los afectados, podría denominarse como federal. Pero un tal federalismo va mucho más allá de lo que podríamos llamar "federalismo simple" que regularía únicamente la relación entre distintas regiones o identidades nacionales dentro de un Estado, y supone más bien una forma de organizar la convivencia humana que en todas sus dimensiones que conecta con determinadas propuestas de teóricos libertarios novecentistas como Kropotkin. Un tal federalismo, que se reproduciría a todos los niveles de la organización social, podría considerarse como un federalismo fractal. Si la Teoría de Sistemas ayuda a configurar un tal modelo de gestión, habrá proporcionado un valioso servicio a la tarea de enfrentarse con los retos de la sedicente globalización.



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